Artículos y Editoriales

COMUNICADO DE PRENSA - CEPAL

SISMO EN HAITÍ RETROCEDIÓ LUCHA CONTRA LA POBREZA EN UNA DÉCADA,
PERO ABRE UNA VENTANA PARA RECONSTRUIR MEJOR
 


La evaluación de desastres, las tendencias de desarrollo y las vulnerabilidades de los pequeños Estados insulares
fueron examinados durante la 23º Sesión del Comité de Desarrollo y Cooperación del Caribe.


(18 marzo 2010)
“Las recientes catástrofes naturales como los huracanes y terremotos sólo han agravado el ya crítico escenario financiero y económico en algunos países del Caribe. La evaluación de desastres es vital en el proceso de reconstruir mejor”, dijo la Secretaria Ejecutiva de CEPAL, Alicia Bárcena, en Granada.
En una presentación durante la 23 Sesión del Comité de Desarrollo y Cooperación del Caribe (CDCC) que se realiza esta semana en St. George’s, Bárcena destacó la experiencia de décadas de la CEPAL en la evaluación de desastres en la región, siendo la más reciente la que actualmente se lleva a cabo en Haití.
“Una buena parte de la metodología de la CEPAL para realizar estas evaluaciones fue desarrollada en el Caribe”, indicó Bárcena.
Uno de los paneles de la reunión del CDCC se centró en la situación de Haití y los resultados preliminares de la evaluación de impacto socioeconómico y ambiental de los daños y necesidades en ese país luego del terremoto del 12 de enero pasado.
Según el informe preliminar “Evaluación sectorial de daños, pérdidas y requerimientos”, el porcentaje de haitianos que vive en condiciones de extrema pobreza después del sismo es similar a los niveles registrados hace casi una década, cuando alcanzó el 71% de la población.
Más de 222.000 personas perdieron sus vidas y otras 869 están desaparecidas como resultado del terremoto. Casi 311.000 personas sufrieron heridas y 1,5 millones – casi 15% de la población nacional- fueron damnificadas. Se estima que los daños totales alcancen a más de US$ 7,8 mil millones, equivalente a más de 120% del PIB del país en 2009. 

El informe, que fue presentado en una reunión preparatoria para la cumbre mundial de donantes sobre Haití que tendrá lugar el 31 de marzo en Nueva York, busca entregar líneas potenciales de acción y escenarios de reconstrucción a base de los datos oficiales actualmente disponibles, y no constituye aún una evaluación completa del total de daños y pérdidas por la catástrofe.
Fue preparado por el Gobierno de Haití con el apoyo técnico de la CEPAL, el Banco Interamericano de Desarrollo, del Banco Mundial, el Sistema de Naciones Unidas y la Comisión Europea.
“Estos trágicos sucesos constituyen una oportunidad para reforzar el concepto de la reducción de riesgos de desastres, especialmente en las países del Caribe, situados en un ambiente de múltiples riesgos. La evaluación socioeconómica y ambiental de los desastres es también una poderosa herramienta que puede ser útil a la hora de analizar los potenciales impactos del cambio climático”, dijo Bárcena.
Los pequeños Estados insulares en desarrollo se han tornado cada vez más vulnerables como resultado de la reciente crisis económica y los desastres naturales que han golpeado al Caribe con particular dureza en los últimos años.
La reunión del CDCC está examinando las vulnerabilidades de los pequeños Estados insulares en desarrollo y cómo se están enfrentando, así como las tendencias recientes y los temas emergentes en la subregion. El CDCC es un órgano subsidiario permanente de la CEPAL que busca pomover la cooperación entre las naciones caribeñas.

La CEPAL estima que las economías del Caribe en su conjunto decrecieron en un 2,1% en 2009, más que el promedio regional de 1,7%. A la vez, las restricciones impuestas por la creciente deuda pública y bajas reservas internacionales han limitado la acción gubernamental para estimular sus economías a la luz de los menores ingresos por concepto de exportaciones.
El promedio de la deuda pública en los miembros de CARICOM fue 76,5% del PIB en 2009, pero en países como Barbados, Guyana, Jamaica y Saint Kitts y Nevis, la relación de deuda al PIB superó el 100%.
Se espera que América Latina y el Caribe crezca este año en 4,3%, aunque el crecimiento será menor en economías con mercados domésticos más pequeños y más dependientes del mercado estadounidense para sus exportaciones. Se estima que los países del Caribe de habla inglesa y Surinam, por ejemplo, crecerán sólo 1,8%, menos que la República Dominicana (3,5%) y Cuba (3%).
El escenario de creciente desempleo –que ya era alto antes de la crisis global-, las restricciones financieras, la alta deuda pública, la contracción del turismo y las menores exportaciones de bienes es agravado por los efectos del tráfico internacional de drogas, la propagación del VIH/SIDA y los desafíos del cambio climático, agregó Bárcena.
“Los pequeños Estados insulares en desarrollo en el Caribe siguen estando bajo una severa presión fiscal y necesitan recursos para amortiguar el impacto de la crisis económica global y los desastres naturales. La CEPAL está preparada para continuar apoyando la integración regional y las aspiraciones de desarrollo nacional en el Caribe”, indicó Bárcena.


Para mayor información sobre estos eventos, contactar a la Sede Subregional de la CEPAL para el Caribe, en Puerto España (Trinidad y Tabago).
Correo electrónico: registry@eclacpos.org ; teléfono: (868) 623-5595; fax: (868) 623-8485; sitio web: www.eclacpos.org.
Para otras consultas, contactar a los Servicios de Información de la CEPAL.
Correo electrónico:dpisantiago@cepal.org; teléfono: (56 2) 210 2040/2149.

 

 


Haití, un país en drama permanente
Carlos Alba Vega, El Colegio de México


“El  país vive un momento apocalíptico y está colapsado.
Mucho sufrimiento, muchos muertos, heridos, y mucha impotencia.
Desde ayer la comunicación ha empezado a establecerse
y la ciudadanía empieza a organizarse”.
- Suzy Castor, Puerto Príncipe, Haití.15 de enero de 2010

Las imágenes apocalípticas que nos llegan desde Haití y que tocan la inteligencia y el corazón del mundo entero son tan solo la punta del iceberg de un drama que vive este país desde su origen. Si nació como un país de esclavos africanos traídos por Francia al  continente americano para cultivar la caña de azúcar, fue el primero en conseguir su independencia (1804) en América Latina. Hasta ahí llegaron próceres de las distintas independencias, desde Simón Bolívar hasta Javier Mina para refugiarse y repensar sus movimientos de liberación. Sin embargo no consiguió a largo plazo caminar en la senda del desarrollo económico y político. Fue ocupado por Estados Unidos a principios del siglo XX y sufrió una feroz dictadura que empezó como democracia en 1957 en manos de “Papá Doc” Duvalier (hasta su muerte en 1971) y concluye con el derrocamiento de su hijo “Baby Doc” en 1986, cuando comenzó una alternancia entre golpes de estado y esfuerzos de instaurar la democracia electoral. A principios de los años noventa, la llegada por la vía democrática de Jean Bertrand Aristide, un ex sacerdote que con base en un liderazgo carismático y religioso y por medio de su movimiento “Lavalas” (la Avalancha) representó una nueva esperanza para los haitianos. Ésta se esfumó con un nuevo golpe que colocó al país en una situación crítica y llevó a la ONU a enviar en 2004 fuerzas de paz para garantizar las condiciones mínimas de orden y seguridad para que prosperara su incipiente y frágil democracia. Algunos países como Argentina, Brasil y Chile, han sumado al apoyo económico, técnico y político, la presencia de fuerzas  militares para asegurar la gobernabilidad del país, mientras que el apoyo de otros como Cuba y México ha adquirido múltiples formas  aunque no la asistencia militar. Cuba desde hace varios años ha enviado cerca de 800 médicos de manera permanente, los cuales llegan a lugares donde ni los propios médicos haitianos lo hacen.

Haití es uno de los países con mayor desigualdad en la distribución del ingreso. Además, importa casi todo lo que consume: el arroz, el huevo y la leche, con mayor razón los productos industriales. Vive de las remesas (casi un tercio del PIB, mientras que las de México, siendo tan importantes representan menos del 3 por ciento del PIB) que envían sus casi dos millones de migrantes (de cerca de 9 millones de habitantes) desde la República Dominicana, Estados Unidos, Canadá, Francia y las islas del Caribe, y se sostiene también de la ayuda internacional, la cual se canaliza a través del gobierno o de organizaciones de la sociedad civil. Pese a esos recursos, Haití se mantiene como el país más pobre del Hemisferio Occidental y como uno de los más pobres del mundo. Dos tercios de los haitianos viven en el umbral de la pobreza y la mitad en la extrema pobreza. De acuerdo con el Informe sobre Desarrollo Humano del PNUD (2002), ocupa el lugar 146 de 173 países, en medio de Bangladesh y Madagascar, y muy por debajo del estado de Chiapas en México. El problema del desarrollo económico y social en su dimensión más amplia, está ligado al problema político, y también a uno cultural. Como otros países latinoamericanos, pero en forma más exacerbada, ha encontrado grandes dificultades para dotarse de un régimen político democrático estable. Un observador internacional resumió así al país en 2004: “la inestabilidad económica y social de los diez últimos años  ha sido exacerbada por la falla de las instituciones, la debilidad y la corrupción del gobierno, la ausencia de transparencia y la importancia de la delincuencia.

Haití vive hoy una nueva situación de emergencia que es incomparablemente mayor de las que sufre casi sistemáticamente a causa de los ciclones y otros desastres naturales, o de su pobreza crónica. La magnitud del fenómeno telúrico golpeó a una sociedad extremadamente frágil y con un gobierno rebasado por los hechos. Perdió casi todo, incluida la vida de miles de personas que no se han podido cuantificar aún, y con ello ganó la atención, el interés y la solidaridad de muchos países y personas. No es poca cosa, en el contexto de una época donde campea el individualismo. Pero ayudar también es un desafío. ¿Cómo hacerlo? ¿A través de qué instancias? ¿Bajo qué prioridades?

El principal desafío es convertir la ayuda humanitaria y coyuntural, que es imprescindible y apremiante, en una cooperación de fondo, que vaya a la raíz de los problemas, para que se convierta en un apoyo eficaz con el que los haitianos, dueños de su destino, construyan el país que tanto esperan.


International Crisis Group, Une nouvelle chance pour Haïti ? Bruxelles, Rapport Amérique latine/ Caraïbe N° 10, 18 novembre 2004, p. 1, citado en CEPALC, Nations Unies, Commision Économique pour l´Amérique Latine et les Caraïbes, Haïti : Questions relatives au développement à court et long terme. LC/MEX/L.683, 18 octobre 2005, 23 pages, p. 2 

 

¿Es Haití una excepción en América Latina?
Carlos Alba Vega, El Colegio de México


Después de las imágenes lacerantes que nos presentaron en vivo a un Haití moribundo, emergen de los escombros, de la herida y el dolor las preguntas: ¿cómo ha podido llegar hasta donde está? ¿Es una excepción en el contexto de las sociedades latinoamericanas?¿Cómo podemos apoyarlo?

Sin duda tiene rasgos peculiares que impactaron su evolución interna y sus relaciones con el exterior. A diferencias de otras sociedades, sufrió de manera generalizada la esclavitud y al conseguir su independencia (1804) vivió en el aislamiento y además debió pagar a Francia una indemnización que tendría consecuencias sobre su futuro económico. Con la ocupación estadounidense (1915-1934) se le impuso un orden que no se reflejaría en un mejoramiento ni en la economía ni en la política futuras; más bien se incubaron las condiciones para la instauración de esa larga dictadura de los Duvalier (1957-1986) que dificultó aún más la construcción de la democracia.

Sin embargo, nada de esto es ajeno a la historia de gran parte de las sociedades latinoamericanas, acosadas por golpes de estado, dictaduras y gobiernos militares. La pobreza, la desigualdad y la exclusión social son las mismas y recorren el subcontinente de norte a sur; la población de todas partes emigra en sentido inverso y trata de encontrar mejores formas de vivir. ¿En qué se distingue entonces Haití?
 

Para Gérard Barhélemy el problema de la definición de las opciones de desarrollo aparece desde la Independencia, con el primer discurso desarrollador planteado por Toussaint Louverture, y seguido por Dessalines y Christophe, a favor de la economía de plantación y de la extroversión comercial. Este propósito contaría con el beneplácito de la nueva élite que encabezaba el proyecto político de la guerra de independencia, pero no con el de los antiguos esclavos, quienes más allá de la independencia política, veían una guerra de liberación, al mismo tiempo social, económica y cultural. Estos últimos serían replegados a otro espacio en el que buscarían coherencia y unificación alrededor de un contenido cultural común ante el desorden provocado por la mezcla artificial de etnias, razas y culturas africanas. Es así como, según Barthélemy, recurrirían a un medio: el campesino; a una religión: el vudú; a una lengua: el creol (mientras en otras partes se adoptaron el español, el portugués, el inglés, el francés); y a una estructura familiar suis generis: el lakou (según Jean Casimir, un sistema contra-plantación).

Desde entonces estas dos culturas mediadas por el Estado coexistirían y se definirían una en relación con la otra. Surgidos de una historia y de un origen en parte común, para afirmarse, ambos lados acusarían sus diferencias y concordancias que les ligarían a una haitianidad común. Para Barthélemy, es en este contexto dual y contradictorio donde hay que ubicar a gran parte de los haitianos, sobre todo a los campesinos, que son la mayoría, cuya condición actual no tiene que ver con ningún fatalismo o incapacidad congénita, sino sería la prolongación, en un nuevo marco especialmente empobrecido y fragilizado, del viejo conflicto inicial.

En este sentido, si Haití, como cualquier otro país, tiene rasgos peculiares, éstos no lo llevan a constituirse en una excepción. Su desarrollo económico, su bienestar social y su democracia política enfrentan los mismos obstáculos que las demás sociedades latinoamericanas, pero se presentan en forma exacerbada. Por eso es tan importante en este momento redefinir las prioridades de la ayuda. ¿Cuál es la mejor ayuda? ¿A quién ofrecerla? ¿Para qué fines?

México puede tener una ventaja para cooperar con Haití respecto a otros países. Por una parte, en su historial no registra ninguna forma de ocupación o dominio; en este sentido la cooperación no despierta sospecha. Por la otra, en momentos claves de la historia haitiana, sobre todo durante las dictaduras y los golpes de Estado, ha sido tierra de asilo, de estudios y de trabajo  para una parte de las élites políticas que lucharon, como Gerard Pierre Charles, y que se siguen batiendo por la democracia en su país desde diversas trincheras: la académica, la civil, la política.

Muchos frentes de solidaridad se están abriendo en México para apoyar a Haití. El primero y más urgente es el de la ayuda humanitaria: cuerpos de rescate, alimentos, medicinas, abrigo. Un segundo espacio de cooperación es el de la reconstrucción material de los hospitales, las viviendas, las escuelas, las universidades, casi todos destruidos por el sismo. Esta reconstrucción, bien planeada, puede ser un elemento detonador de desarrollo local si genera empleo y proyectos productivos. El tercero y tal vez el más importante en el largo plazo, es el de la cooperación para el desarrollo de sus propias capacidades en todos los niveles: el ecológico (el país está severamente erosionado) el económico y el social (con prioridad a la alimentación, la salud y la educación), finalmente el político (con énfasis en el fortalecimiento de las instituciones y en la preparación de los cuadros dirigentes, más ahora que acaba de perder a gran parte de de sus recursos humanos calificados). Existe, sin embargo, el peligro latente, pasada la emergencia, de quedar en el primer estadio de la cooperación. Por eso es importante mantener viva la llama de Haití.


Profesor investigador del Centro de Estudios Internacionales de El Colegio de México (calba@colmex.mx)